viernes, 9 de mayo de 2014

Vida de Sócrates


Sócrates, de Rossellini




Sócrates nació en Atenas el año 470 a.C. La primera mitad de su vida coincide con el esplendor de la Atenas de Pericles: Desde la victoria de Maratón (479) hasta la desgraciada guerra del Peloponeso transcurren unos cincuenta años de paz y de creciente prosperidad. Se construyen monumentos que embellecen la ciudad (el Partenón, los Propileos, los Muros Largos...); Atenas consigue la hegemonía y el liderazgo del mundo griego; y con Pericles se acaba con los piratas del mar Egeo lo cual permite un desarrollo hasta entonces desconocido de la industria y el comercio. Atenas se convierte en centro de atracción para toda Grecia, llegando a contar con cien mil habitantes y unas diez mil casas.
La guerra del Peloponeso (431-404) enfrenta a Atenas y Esparta. Sócrates demostró su valor y el amor a su ciudad participando en ella durante diez años. Intervino en la batalla de Poteidea, en el desastre de Delión y en la retirada de Anfípolis, salvando la vida de Alcibíades en la primera y la de Jenofonte en la segunda. La larga guerra termina con la derrota definitiva de la escuadra ateniense en Egos Optamos. Los últimos años de la guerra y los posteriores a la derrota constituyen el período más trágico de la historia de Atenas. A partir del 411 se suceden violentas convulsiones políticas. Cae el sistema democrático y el poder pasa sucesivamente a manos de los “Cuatrocientos”, después de los “Cinco mil”, y finalmente se apoderaron del mando los “Treinta Tiranos”, apoyados por Esparta. Este grupo ejerció una sangrienta dictadura durante los ocho meses que se mantuvo en el poder del que fue arrojado por Trasíbulo. El gobierno de Trasíbulo también manchó sus manos con sangre ateniense; condenó a muerte, entre otros, a Critias y Cármides, parientes de Platón y próximos a Sócrates. En el año 403 fue restablecida la democracia pero perduró el enfrentamiento y el ansia de venganza entre los diversos grupos políticos atenienses. Este es el marco trágico y penoso en el cual desarrolla Sócrates su actividad de madurez.

www.juntadeandalucia.es/averroes/iesarroyo/filosofia/socrates.htm)




Audio: Apología de Sócrates 

jueves, 8 de mayo de 2014

La "cuestión socrática"

Sócrates de Atenas (en griego Σωκράτης, Sōkrátēs; 470-399 a. C.) fue un filósofo clásico ateniense, considerado como uno de los más grandes tanto de la filosofía occidental como de la universal. Maestro de Platón (quien a su vez tuvo a Aristóteles como discípulo). La figura de Sócrates se ha convertido con el transcurso del tiempo en el paradigma del filósofo y hasta en la personificación de la filosofía. No obstante, los contornos de su obra y de su vida son algo difusos. 




La "cuestión socrática" 

Se denomina “cuestión socrática” a la dificultad para conocer de modo fidedigno la vida y el pensamiento de Sócrates, dado que fue un filósofo ágrafo. Las fuentes a las que se recurre tradicionalmente para reconstruir su legado son:  Aristófanes (en Las nubes representada por vez primera hacia el 432 a.C.). Jenofonte (en Las Memorables Recuerdos socráticos, El Banquete o Apología de Sócrates, conocidas como “discursos socráticos”). Platón (en Apología, Critón, Fedón, BanqueteAristóteles (en obras diversas).

En su obra, Aristófanes presenta a Sócrates como un sofista interesado en la remuneración de su enseñanza de retórica y oratoria, un conocedor del saber ateo de los jonios sobre la naturaleza, o un intelectual solitario dedicado a pensar. La figura de Sócrates que se desprende de este testimonio -por lo demás el más antiguo- se considera una suerte de caricatura del personaje popular, hecha por un comediógrafo crítico de su tiempo.

Jenofonte (militar e historiador) de regreso a Atenas con la expedición de los diez mil mercenarios griegos a Mesopotamia (Anábasis, 401-399), conoce la muerte de Sócrates a cuyo círculo de amigos había pertenecido por algún tiempo. Escribió sus Recuerdos treinta años después a la vuelta del destierro. Esta es una obra apologética y carente de rigor histórico, en la que, como era costumbre en la época, el discípulo pone en boca de su maestro sus propias opiniones y hasta ficciones. Aparece en su testimonio un Sócrates moral, desinteresado por las cuestiones relativas a la naturaleza y opuesto en sus enseñanzas a los sofistas, pero carente de profundidad.

Platón, quien  fue discípulo de Sócrates durante 8 años, y quien por su superior talento filosófico era capaz de interpretar de modo eminente a su maestro, representa ciertamente la fuente principal. El Sócrates de Platón es un personaje moral por excelencia, vitalmente dedicado a persuadir a todos a interesarse no por el cuerpo o la fortuna, sino «por que el alma sea la mejor posible» (Apología 30b). Personaje central de los primeros diálogos de Platón, e iniciador de su teoría de las ideas, este Sócrates es el que acepta la tradición filosófica como el más cercano al personaje histórico. Las características de este personaje -«tábano» perturbador de la tranquilidad de las conciencias- justifican más los recelos que se suscitaron en torno a su figura y que le llevaron a la muerte

Aristóteles, quien no conoció personalmente a Sócrates pero  habría oído hablar de él a su maestro Platón, le nombra unas cuarenta veces en sus obras, aunque siempre ocasionalmente. Pese a ello, sus apreciaciones se consideran objetivas.



(Fuentes:  www.juntadeandalucia.es/averroes/iesarroyo/filosofia/socrates.htm) 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Los filósofos preplatónicos





(En su obra "Los filósofos preplatónicos" Nietzsche afirma que, como pueblo, los griegos se distinguen por haber creado el “filósofo-tipo”).

Por lo general, los pueblos suelen producir un solo tipo de filósofo. Si eso se contrasta con el hecho de que la historia del mundo es muy breve si se la mide por los descubrimientos filosóficos significativos y por la producción de filosofías típicas (dejando de lado el espacio y el tiempo ajeno a la filosofía), en los griegos se halla una actividad y una fuerza creativa como en ningún otro lugar, tanto que en realidad ellos crearon todos los tipos filosóficos. Estos hombres “están todos tallados de una sola piedra”, lo que significa que existe “un estrecho vínculo entre su pensamiento y su carácter”. Nietzsche afirma que lo que diferencia a los filósofos preplatónicos de la filosofía posterior estriba en que les falta la conciencia de interés, porque al menos entonces no había un estamento de filósofos. Por ello, “son hijos directos de su filosofía”, pues cada uno se sustenta en un filosofema[1] o voluntad de producir una imagen total del mundo[2].

Los filósofos preplatónicos escribieron muy poco, pero “con una fuerza muy concentrada”. Son testigos de la época clásica -especialmente de los siglos VI y V- y por ello contemporáneos de las guerras médicas y de la época trágica. Esto último llama la atención, teniendo en cuenta que la filosofía suele asemejarse a valores ascéticos. Por ello Nietzsche se pregunta: ¿cómo han filosofado los griegos en la época más rica y lozana de su juventud?[3]. Nietzsche advierte que en los pensadores iniciales “hay una voluntad de pensar más allá del prejuicio, de lo ingenuo y de lo establecido. Esta voluntad surge de la sobreabundancia, de la fuerza que los hace creadores de categorías. Representan, por ello, el intelecto liberado” (FpP: 21). El intelecto liberado[4] es aquel que intuye las cosas, posibilitando que lo cotidiano aparezca por primera vez como digno de atención, como un problema. Nietzsche ve en ello la verdadera característica del impulso filosófico: la admiración por lo que está delante de todos, que no es otra cosa que el fenómeno cotidiano del devenir. Con ese impulso comienza la filosofía jónica[5].

Tales de Mileto, el primero de los filósofos, “parte de un principio que aspira al todo, a una imagen sistematizada del mundo a través del establecimiento de relaciones. En eso se diferencia de las cosmologías, pues aunque recurre al mito supera tanto el grado mítico de la filosofía, como la forma gnómica esporádica y las ciencias particulares” (ibid) En ello reside “un axioma metafísico cuyo origen se remonta a una intuición mística, la misma que encontramos en todos los sistemas filosóficos, compilaciones tan solo de los intentos siempre renovados de expresar mejor un enunciado: todo es uno” (La filosofía en la época trágica de los griegos -FeT: 45). La singularidad de Tales entre los griegos de su época radica entonces en que deja de lado la alegoría y se presenta original y creativo al mirar las entrañas de la naturaleza (ibid). Tales se vale tanto de la ciencia como de la certeza para sobrepasarlas de inmediato, lo que es un rasgo característico de la mente filosófica. “El valor del pensamiento de Tales radica, en cualquier caso, y aún sabiendo que carece de cualquier tipo de demostrabilidad, en el hecho de que no lo concibió desde un punto de vista mitológico ni alegórico” (FeT: 48-49). Antes bien, Tales establece un nuevo tipo de saber, sin ningún presupuesto que lo sustente, tal como lo hace la ciencia (ibid). Se necesita “una increíble libertad y osadía para aprehender por primera vez la multiplicidad del mundo como desarrollo formalmente diferente de una materia fundamental. Este es un logro que nadie puede medir dos veces” (FpP: 39). Pero si bien en Tales está el lugar en que se muestra por primera vez lo filosófico, Nietzsche se declara más afín a Amaximandro y Heráclito. De ellos retoma el acento cosmológico del pensar como afirmación del devenir, desde una apropiación que reivindica tres modos de conocimiento: los sentidos, la representación intuitiva de la forma pura del tiempo, y la experiencia artística dionisiaca[6]. Esos modos de conocimiento le llevan a defender la existencia de “algo que da alas al pensamiento filosófico, que lo hace distinto al pensamiento racional y lo hace confluir en una dirección. Una fuerza extraña e ilógica (que) eleva sus pies: la fantasía. Impulsado por ella, (el pensamiento filosófico) salta una y otra vez de posibilidad en posibilidad, al tomarlas provisionalmente por certezas. Pero donde más poderosa se muestra la fuerza de la fantasía es en el descubrimiento inmediato y en la súbita comprensión de analogías. Desde ella se obra por un presentimiento de las certezas, al que luego la reflexión aporta criterios de causalidad” (FeT: p.46).

En Anaximandro, esto se evidencia en la osadía que significó ser el primero que habló sobre la physis y en el hecho de que “lo hizo encontrando una forma propia de hablar y lo hizo en nombre propio” (FpP: 47). Esto lo diferencia de Tales y lo pone un paso por delante de su pensamiento. “Mientras que el tipo general de filósofo se asoma en la figura de Tales como envuelto en niebla, la imagen de su gran sucesor nos lo muestra ya con mucha mayor claridad. Anaximandro de Mileto, el primer escritor filosófico de la antigüedad, escribió tal y como debe escribir el verdadero filósofo mientras las imposiciones ajenas no le roben la imparcialidad y la ingenuidad: en un grandioso sentido lapidario. Frase a frase, testigo de un nuevo esclarecimiento, expresión de la permanencia en el ámbito de sublimes contemplaciones” (FeT: 51). Esta permanencia no está referida a la inmutabilidad del ser, sino a la inexorabilidad de la ley que sujeta todo al “orden del tiempo”. Esta “sublime contemplación” amerita de valor para enfrentarse a problemas éticos muy complejos, los forman parte de la sentencia de Anaximandro (“de donde las cosas tienen su surgimiento, hacia allí deben también perecer, según la necesidad; pues tienen que pagar sus culpas y ser juzgadas por sus injusticias conforme al orden del tiempo”). A partir de ella afirma que en la primera parte de la sentencia Anaximandro afirma la matriz del continuo originarse (lo que es afín al pensamiento trágico que él busca reivindicar), pero en la segunda la existencia es convertida en un fenómeno moral que debe ser “expiado mediante la muerte” (de lo que se distancia). Así, mientras que en Tales hay un deseo de simplificar el reino de la multiplicidad tras la reducción de la existencia a su desarrollo desde el agua, Anaximandro lo aventaja “por dos pasos” al afirmar la unidad y no la multiplicidad. Esa unidad tiene no obstante carácter contradictorio y autodestructivo[8], por lo que Anaximandro infiere la existencia de un principio trascendente que sólo puede ser caracterizado negativamente: lo apeirón (“algo de lo que no puede darse ningún predicado del mundo existente, algo como la ‘cosa en si”) (FeT: 49). Ante esto, Nietzsche retrocede: “ cuanto más queramos llegar a la solución del problema (de la proveniencia), tanto más oscura se vuelve la noche que lo circunda” (p.56).


En medio de esta noche que envuelve el problema del devenir suscitado por Anaximadro, aparece Heráclitode Éfeso, “iluminándola con un relámpago divino” (ibid). Heráclito, como Anaximandro, afirma también la destrucción y el resurgir periódico, pero antes que postular una instancia metafísica como origen o finalidad, piensa la unidad de todo (panta) como tiempo (xronou), como physis en devenir entre el ser y el no ser. Esto tiene un enorme significado, que Nietzsche subraya a continuación: “Heráclito niega la existencia dual de dos mundos completamente distintos, idea que Anaximandro se vio obligado a aceptar. Desiste de separar un mundo físico de otro metafísico, un reino de cualidades determinadas de un reino de indeterminación indefinible. Y he aquí que ahora, una vez dado ese primer paso, no pudo ya abstenerse de una mayor intrepidez en la negación: negó el ser en general” (FeT: 57). En efecto, este “mundo único que Heráclito conserva –este mundo protegido por leyes eternas y no escritas, animado por el flujo y el reflujo, inmerso en la férrea cadencia del ritmo- no revela nunca una permanencia, algo indestructible, “un baluarte en la corriente. Más enérgicamente que Anaximandro, exclama Heráclito: no veo más que devenir” (op.cit.57-58). Nietzsche ve en ello una representación intuitiva, la más difícil y la más cercana, que dice lo que somos pero que –puesto que contraviene las formas lógicas- se olvida al instante[9]. El logos es para Heráclito la única regularidad, y “una sola cosa es lo sabio: conocer el logos que lo gobierna todo a través de todo”[10]. Este logos designa la capacidad “contuitiva” de comprender la unidad en la multiplicidad, contravención lógica que le cuesta a Heráclito la censura de Aristóteles por haber desconocido el principio de no contradicción[11].

[1] Filosofema: “Proposición filosófica, forma parte de la argumentación filosófica y constituye la unidad de sentido de los discursos filosóficos”. “Conjunto de palabras cristalizado o centrado alrededor de una idea que constituye el núcleo de lo que se pone de relieve (fuente: García Bacca, en www.cialc.unam.mx)[2] Cf; FpP: 18-20.[3] CF: FpP: 19-20[4] El intelecto liberado es una expresión del espíritu del hombre que, tras las 3 metamorfosis del espíritu (Ver: Zaratustra: de las tres metamorfosis) pasa de “Camello” a “León” y finalmente a “Niño”. El Camello lleva los fardos de lo recibido sin cuestionarlos. Asume las normas de otros por lo que representa la mansedumbre y la sumisión. El León es la fuerza destructiva que rompe la carga. Es el espíritu libre pero aún sin fuerzas para construir. El Niño es la libertad del que juega, recreando la rueda de la continuidad cósmica del tiempo.[5] Cf: ibid.[6] Cf: FeT: cap. 3-7.[8] Cf: FeT: 55.[9] Ver: Heráclito, Fr. 1: “Aún siendo este logos real, siempre se muestran los hombres incapaces de comprenderlo, antes de haberlo oído y después de haberlo oído por primera vez. Pues a pesar de que todo sucede conforme a este logos, ellos se asemejan a carentes de experiencia, al experimentar palabras y acciones como las que yo expongo, distinguiendo cada cosa de acuerdo con su naturaleza y explicando cómo está. En cambio, a los demás hombres se les escapa cuanto hacen despiertos, al igual que olvidan cuanto hacen dormidos” (trad: Mondolfo. Heráclito. Textos y problemas de su interpretación: 30).[10] Ver: Heráclito, Fr. 41.[11] Cf: FeT: 57-58

Dioses y Diosas de la Mitología Griega









lunes, 5 de mayo de 2014

La mirada mítica del mundo






Se llama "mito" a un relato de carácter fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso. Los mitos suelen referirse a grandes hechos heroicos, considerados como el fundamento y el comienzo de la historia de una comunidad (o del género humano en general).

Los mitos pueden tener como contenido fenómenos naturales, en cuyo caso suelen ser presentados en forma alegórica (como ocurre con los mitos solares). Muy a menuno también, comportan la personificación de cosas o acontecimientos. Cuando el mito es tomado alegóricamente, se convierte en un relato que tiene dos aspectos, ambos igualmente necesarios: lo ficticio y lo real.

Los presocráticos consideraron el mito de modo ambivalente. Por un lado, prescindieron del mhytos en nombre del logos. Por el otro, asentaron el logos sobre un suelo mítico previo. Lo más frecuente fue que entrelazaran los dos, cuando menos en el lenguaje.

Ciertos autores neoplatónicos emprendieron la justificación filosófica del carácter divino de los mitos. Es el caso de Salustio, quien en su tratado sobre los dioses y sobre el mundo consideraba que los mitos pueden representar a los dioses y las operaciones efectuadas por los dioses en el mundo. Según él, habría varias especies de mitos: los teológicos, los físicos, los psíquicos, los materiales y los mixtos.

Los mitos teológicos (cercanos a lo filosófico) son los esencialmente"intelectuales" e "incorporales", los que consideran a los dioses en su esencia. Los mitos físicos son los que intentan explicar el modo -o modos- como los dioses operan. Los mitos psíquicos, se refieren a las operaciones del alma. Los mitos materiales son propios de las gentes "sencillas", cuando pretenden entender la naturaleza de los dioses y del mundo. Los mitos mixtos están compuesto por dos o mas especies de mitos, y suelen estar relacionados con las doctrinas de iniciación.

En la Antiguedad y en la Edad Media se prestó particular atención al contenido de los mitos y a su poder explicativo. Fue en el Renacimiento, no obstante, se abrió paso el problema de la realidad y, por consiguiente, el problema de la verdad o grado de verdad de los mitos.

Las tendencias escépticas e ilustradas de la modenidad, se alejaron de la mirada mítica y la consideraron una fuente carente de valor. Sin embargo, el empirismo advirtió que los mitos pueden no ser "verdaderos" en lo que cuentan, pero son históricos en el sentido de que cuentan algo realmente acontecido: la creencia en ellos

Dos autores modernos dieron gran importancia al fenómeno del mito y de los mitos: Vico y Schelling. Vico considera que el mito es un modo de pensar que tiene sus propias características y que condiciona, o por lo menos expresa, ciertas formas de vida humana básicas. Vico indetificó el modo de pensar mítico con el modo de pensar "poético". Schelling estimó que la mitología es una forma de pensamiento que representa uno de los modos como se revela el Absoluto en el proceso histórico: el mito es, por tanto, revelaciòn divina.

En la época contemporánea ha prevalecido el estudio del mito como elemento posible, y, en todo caso, ilustrativo de la historia humana, o de ciertas formas o fases de la historia de una comunidad humana. Desde ese punto de vista, un mito puede ser considerado como "un supuesto cultural" que, en sentido amplio, es análogo a la noción de paradigma (supuesto epistemológico).

(Fuente: J. Ferrater Mora. Diccionario Filosófico)